Tolentino
Pérez Soto
No es momento
para contemplar -plácidamente o con irresponsable insensibilidad patria - lo que, increíblemente, sucede en nuestro
desdichado país. Es tan profundo el drama de supervivencia como república que
resulta insólito vivir enfrascado
en absurdas discusiones
cuyas metas -en la mejor de las intenciones- son a
largo plazo… cuando el inminente colapso
lo vivimos hoy y “mañana se llama hecatombe” como
vaticinaba Churchill ante la locura
hitleriana.
¿Qué lo anterior es tremendismo delirante?.
Veamos: la espiral del hambre desespera a más del 80%
de las familias venezolanas; los hospitales
son reposorios de famélicos que
cuyos dolores y lamentos
superviven sin asistencia ni
medicamentos; los malandros azotan a sus
anchas a una población apanicada y desprotegida; la emigración de profesionales y jóvenes desesperados son verdaderas hordas que repletan
embajadas y aeropuertos; la corrupción y
el narcotráfico dejaron la categoría de asombro para convertirse en el
mejor camino para escalar la descarada
impunidad gobiernera; la inflación supera largamente cualquier torpeza de la
economía mundial. Las Universidades cada día son instituciones sin autonomía y
jibarizadas por ideologismos obsoletos; la mendicidad se asoma
fantasmalmente en los tobos de basura.
¡Una Venezuela irreconocible!
¿Quieren más
razones para tomar conciencia del derrumbe que sufre Venezuela y seguir nosotros elucubrando
“exquisitas” teorías grupales o
personales -es decir, destruyendo
una unidad de propósitos superiores de país- y, además,
estúpidamente aceptando y divulgando la maquiavélica estrategia de crear
situaciones para desmoralizarnos con
mentiras y amenazas falaces?
Pero hay
más: las espirales de parálisis
productiva, el empobrecimiento y la militarización
los une en objetivos comunes: un desbocado designio de
autoritarismo y desdén democrático que cada vez se aproxima a un golpe de
Estado desde el Poder contra lo poco que queda de independencia institucional…representada
por la “bloqueda” Asamblea Nacional, única y legitimizada expresión de la actual voluntad popular.
El objetivo de
esta simple reflexión es aupar los esfuerzos
hacia una unidad total
, UNIDAD con mayúscula, sobre el verdadero objetivo venezolanista que es salvar a un país y donde
quepan solamente objetivos superiores de
cambio y no ambiciones grupales que
-en circunstancias normales-
pueden tener categoría de legítimas.
Aunque moleste
a algunos, la única herramienta de
unidad que actualmente debemos reconocer
como amplia es la Mesa de Unidad Democrática, la cual, entre paréntesis, el
tiempo -una vez que se apacigüen las
pasiones y los deseos de hacer lo que cada uno cree lo mejor-
recogerá la comprensión de sus
esfuerzos para -entre otras cosas- recomponer las voces de grupos y Partidos con
democráticas visiones diferentes.
Y, finalmente,
fortalezcamos la fe en nosotros mismos y no nos dejemos contagiar por el
diabólico “dengue oficialista” que, como último recurso, busca nuestra desmoralización.
¡Es hora de
corazón caliente y mente fría!